sábado, 18 de abril de 2020

Reflexiones de una docente en medio de la pandemia



 En estos días de no presencialidad de la escuela empezaron a circular entre los grupos de profes una serie de memes y videos que desde el humor dan cuenta del agobio y sobrecarga de trabajo que algunos docentes sienten.  Digo algunos, porque habemos otros que disfrutamos tanto del trabajo presencial como del virtual. 

Pienso en voz alta y recuerdo cierto destrato de algunos colegas cuando una que desde hace años se viene formando y trabajando como docente virtual les invitaba a realizar los postítulos y cursos del INFoD o de Educar, que, dicho sea de paso, hace al menos 15 años que ofrecen formación a docentes en educación y TIC. A los que hace rato venimos trabajando en educación a distancia no eran pocos los que nos miraban de reojo e incluso algunos funcionarios de un gobierno perverso nos trató de ñoquis. En el imaginario de muches de elles habitaba la creencia de que nuestro trabajo "lo podía hacer cualquiera". De ahí que flasheaban que "las computadoras podían algún día reemplazar a les docentes". Ahora, confieso que, con una leve sonrisa, les miro, les escucho y pienso: ¡jajá! ¿te habrás dado cuenta que no era tan fácil nuestro trabajo y de lo importante y necesario que era formarse? Pero, en fin, no son tiempos de revanchismos sino de unidad y solidaridad y ahí va una ofreciéndole acompañamiento a cuanto colega colapsado se le cruce.

Pero lo que más me preocupa es la situación de tantos estudiantes abrumados por montañas de tareas que sus docentes envían una tras otra con limitados plazos de entrega y todo. Sigo pensando en voz alta: ¿conocemos a nuestres alumnes? ¿sabemos cómo están? ¿tan segures estamos que pueden hacer esa tarea solos o solas? ¿nos preguntamos cómo la están pasando en sus hogares? ¿si comen o si les duele? Tanta exigencia en la virtualidad ¿será por miedo a la exposición? o ¿hay un concurso al docente más exigente del que aún todes no nos hemos enterado? Me parece que muches colegas deberían relajarse un poco, bajar un cambio con el envío de tareas que, además, replican prácticas que ya habían demostrado estar perimidas en la presencialidad previa a la cuarentena.

¿Y si le preguntamos a les chiques cómo están, qué les pasa, si necesitan una oreja que los escuche o dos ojos que les lean? ¿Si en lugar de mandarles tarea les proponemos un juego que les ayude a abrir ventanas para respirar en medio de este encierro en vez de sofocarlos aún más? No sé, por ahí me equivoco, pero me hace bien pensar en voz alta y sobre todo pensar con otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario